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Maestros del ‘eventwork’: protagonistas y precursores de la unión de conceptos y emociones

Hoy queremos acercaros el trabajo que diferentes colectivos han desarrollado a lo largo de los últimos años bajo la premisa de la libertad creativa, con el arte como denominador común y con un importante protagonismo en el escenario de la creación de las verdaderas smart cities, las que devuelven el peso perdido a los ciudadanos, las que se mueven gracias a la savia de la inteligencia colectiva. Las que se dejan hacer. Pero además, su trabajo ha ido más allá: comparten su afán por transformar la cotidianidad, por renovar estilos y por cambiar la realidad que nos rodea.

Porque… ¿existe realmente un arte nuevo capaz de provocar el vuelco de la esfera cultural? ¿Qué tipo de análisis debe realizar para ser capaz de reconvertirse y afrontar los nuevos retos que la sociedad le demanda? Y… ¿en qué medida ese cambio posibilitaría la transformación de las sociedades?

Sin duda el que hoy os proponemos es todo un reto de imaginación aunque a través de nuestros protagonistas llegaréis hasta el germen de la teoría del ‘eventwork’ de Brian Holmes, la que concita en un mismo movimiento la investigación crítica, la participación, la comunicación en red y la auto-organización, la que erige esta “matriz cuádruple”, como él la llama, en el detonador del cambio, de la nueva perspectiva… Son los ingredientes necesarios para poder elaborar la receta del cambio, la que posibilitaría geolocalizar investigaciones, iniciativas y proyectos. Imaginad un mapa común en el que, todos ellos, permitieran visualizar la evolución de la transformación, las incipientes conexiones a través de redes, el esbozo del nuevo panorama cultural (y social).

Por ello, su labor es fundamental para lograr la metamorfosis, para la conducción hacia la alteración de las formas que nos rodean: cambiar el arte para cambiar conceptos, para modificar sociedades, para renovar ideologías. Para propiciar transformaciones reales. Para recuperar, en definitiva, el papel que la cultura ha tenido a lo largo de los siglos como eje transformador de realidades.

Ellos, por tanto, son protagonistas y precursores de esa lucha, como también lo son de la unión de conceptos y emociones. Percibieron la necesidad y la posibilidad de actuar. Y lo hicieron. Y decidieron, como ocurre con Pedagogías Invisibles, que hay que buscar, preguntar, reflexionar… Decidieron que, más allá de las explicaciones, del debate de cuestiones y dudas, hay que aprender a mirar para así comprender lo que se ve. Acordaron que la educación sería el pilar de su labor y que ésta no debería tener siempre un fin predefinido, sino que habría que percibir y conocer la realidad para adaptar las acciones a ella, más allá de imperativos tradicionales.

Es el diálogo protagonista de la filosofía de Pedagogías Invisibles, como también lo son las personas, las que dentro y fuera (DentroFuera), como ocurre en el proyecto de Julio Jara, se convierten en agentes de inclusión, en captadores de normalización para todos, los de dentro y los de fuera. Julio convierte un simple saludo, un “hola, ¿qué tal?”, en fórmula para abrir y entrar, para sumergirse en la habitabilidad de todos, los de aquí y los de allí, para abrir cajones, sacar manteles y compartir.

La calle es, indudablemente, la quintaesencia de Ciudades emocionales pero también de Todo por la Praxis, creadores de herramientas para actuar sobre el espacio público, público de verdad, en el que es precisamente el público (los ciudadanos) el agente de cambio, el catalizador de decisiones, el instigador, el movilizador, el animador… porque las personas son a las smart cities lo que las sensaciones a Ciudades emocionales. Así que, armados con un ‘Todo para y con la ciudad’, se adueñan de los espacios en su particular lucha a favor del derecho a ella.

Las mutables siglas de C.A.S.I.T.A nos hacen salir de casa para ir a trabajar de manera muy especial: en un trabajo que experimenta y apuesta por la multifuncionalidad del ámbito cultural, el que otorga al arte el don de poner estrategias sobre la mesa. ¿Las esencias de C.A.S.I.T.A? Las mismas que defienden todos los colectivos a los que hoy os acercamos: implicación, reflexión, práctica, interacción… incluso producción, producción rebelde a descubrir y explotar lejos de las previsibles imposiciones de las que no nos hemos defendido hasta ahora.

La capacidad de diálogo (del bueno, del de Pedagogías Invisibles) determina en gran medida nuestra manera de vivir, nuestro estilo de vida, e Hipo-Tesis cree tanto en ello que la ha convertido en un elemento esencial para la creación y promoción de nuevos actos. Vamos, que la conexión pensamiento-diálogo-acto es indivisible en esta plataforma en la que la intelectualidad empuja a compartir pensamientos y experiencias, a dejar fluir la comunicación en un régimen de gananciales siempre creativo y productivo.

Poner las Inteligencias Colectivas al servicio de la sostenibilidad es dar con la fórmula de la innovación, con resultados no convencionales pero creativos que aúnan nuevas técnicas con consideraciones de siempre pero con la vista puesta en la ciudad, en ciudades que, además de emocionales, han de ser eficientes y transformarse en foro para la creatividad social y para ruptura definitiva de las barreras que son los estereotipos sobre la tecnología.

Hablar en Arte representa la participación en la cultura contemporánea través del apoyo a su creación, difusión y promoción, en todas y cada una de sus fases: la conceptualización, los comisariados o incluso la definición de retos creativos que llevan a sus participantes, por ejemplo, a intervenir bibliotecas o, de nuevo, a interactuar, a crear bandas desde las que salgan elementos comunes de trabajo proactivo.

Las redes toman hoy la forma de Think Commons, una plataforma por y para el pensamiento que aglutina todos los ingredientes de los que ya os hemos hablado: apertura, reflexiones, participación (presencial y virtual)… Su perspectiva local y global, glocal, sumada al impulso del protagonismo que los participantes merecen en los procesos de creación, se materializa en inteligencia, que es la que determina el carácter de las ciudades que queremos, pero también la emoción, que es la que nos permite defenderla, necesitarla y vivirla.

por Arancha Jiménez

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