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Territorios Sensibles

TerritoriosV

En su libro Intimidades congeladas, la socióloga Eva Illouz desarrolla el concepto de capitalismo emocional. Contrario a lo que se ha afirmado históricamente, dice Illouz, el capitalismo ha alimentado una intensa cultura emocional, favoreciendo el desarrollo de una nueva cultura de la afectividad.Una estela que va desde la transformación de los afectos en mercancías, la proliferación de la autoayuda y las prácticas terapéuticas; hasta los grupos de apoyo y las nuevas formas de sociabilidad nacidas a partir de Internet.

Desde la perspectiva de Illouz, la mayor parte de los grandes relatos sociológicos de la modernidad contenían otra historia colateral en términos de emociones. Por más que no sean conscientes de ello, dice, los relatos sociológicos canónicos de la modernidad contienen, si no una teoría desarrollada de las emociones, por lo menos numerosas referencias a éstas: angustia, amor, competitividad, melancolía, indiferencia, culpa. Lo que viene a significar que todo el proyecto material de esa modernidad: la ciudad, la vida cotidiana y las formas de comunicación y relación, están atravesados por las emociones.

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TerriIVDe las cuatro estaciones del año que componen la paleta climática de las zonas templadas, el verano es sin duda la más cálida y acogedora de ellas. El inicio de la estación lo marca el solsticio de verano y, a partir de esa jornada distendida, los días se vuelven más largos, las noches se acortan y la luz y el calor van invadiéndolo todo.

El ocio, el asueto, la libertad y el goce asociados al verano lo convierten en un tiempo idílico.Summertime, when living is easy, dice la canción de George Gershwin que popularizara, entre otros, Nina Simone y su voz melódica y desgarradora. Los peces saltan, el algodón crece, y uno de estos días te levantarás cantando…

En el verano el calor une, reverbera, nos hace hablar más alto. Al mismo tiempo sudamos, estamos inquietos; la visión se hace borrosa, la sensación de fatiga y letargo completan el escenario al final de un día caliente. El verano es paisaje y movimiento. Es pasión, es alegría y también es fatiga. Historias llenas de colores; árboles cargados de frutos, días para correr en la playa, tomar un helado, pasear con los amigos. El verano es un ritual y como tal, genera y conserva sus símbolos.

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TerritoriosIIILas huelgas y las manifestaciones populares son un fenómeno social que ocurre, por lo general, en las grandes concentraciones urbanas. Caracterizadas por una reivindicación del interés colectivo frente a las instituciones o ciertos grupos de poder, las manifestaciones aparecen condicionadas por diferentes factores sociales, políticos y económicos que históricamente se hacen presentes de forma más natural en el escenario de la ciudad, sede de las administraciones.

En los últimos años, fundamentalmente debido a la crisis iniciada en 2008 aunque también a ciertas coyunturas políticas de los diferentes países en cuestión, un gran número de movimientos reivindicativos han surgido al rededor del mundo. Desde las Primaveras Árabes hasta Occupy Wall Street; desde el 15M y los movimientos indignados de España y Portugal, hasta Yo soy 132 en México. Ciudades Emocionales recoge en esta entrega de sus Territorios Sensibles la presencia de este fenómeno en las ciudades. Una forma de participación que sin duda ha generado múltiples lecturas del espacio urbano, edificantes críticas a las formas de hacer ciudad y ciudadanía, muy interesantes alternativas para intervenir la ciudad y cientos de miles de emociones: desde la ira hasta la pasión; desde la alegría hasta la comunidad; desde el miedo, hasta la esperanza. Hoy recorremos algunas muestras audiovisuales desperdigadas por nuestra linkpedia de soluciones urbanas que cruzan a través de las emociones asociadas a las huelgas y las manifestaciones.

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TerritoriosIILas ciudades son áreas urbanizadas asociadas comúnmente a la industria y a una alta densidad de población. «La ciudad es una aglomeración importante organizada para la vida colectiva en la que una parte notable de la población vive de actividades no agrícolas», dice Max Derruau en su Tratado de geografía humana. Cuando pensamos en una ciudad a nuestra mente acuden imágenes muy concretas: asfalto, automóviles, edificios, trabajo; instituciones, mobiliario y equipamientos urbanos, plazas, suburbios… y millones de personas en constante movimiento.

Pero una ciudad es mucho más que la aglomeración de estos factores. Las ciudades son tierras habitadas: transeúntes, lugareños, inmigrantes, vecinos… Las ciudades son historias personales. Están hechas de gente y, por ende, de emociones, de sentimientos que circulan con ellas entre parques y avenidas. Las ciudades son mutantes, se trasforman de la misma manera en que se transforman las personas: unas vienen y otras se van; algo se borra y algo permanece en ellas.

En los centros urbanos los habitantes se relacionan de formas muy diversas con el espacio que habitan; y sus experiencias, de una u otra forma, son sensibles, están llenas de emociones. Pero estas maneras de relacionarse no se limitan únicamente a una conciencia sobre los lugares de experiencia, sino que pueden conectar las emociones con muchas otras reivindicaciones, denuncias, proclamas o consignas. Es posible capturar imágenes sensibles de una ciudad que revelen y hagan relevantes otras ideas críticas. Consiguiendo mensajes eficaces que se valen de recursos poéticos para crear conciencia sobre temas de interés para nuestros espacios habitables.

Ciudades Emocionales os propone en este segundo recorrido de sus Territorios Sensibles una mirada poética al entorno que hace emerger las emociones ocultas en los espacios, pero también una serie de posturas críticas sobre las formas de entender e intervenir la ciudad.

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TerritoriosILa apropiación del espacio por medio del habitante forma parte del proceso que hace que la sociedad convierta los espacios en lugares. Nicole Haumont afirmó alguna vez que “Habitar es ser alojado y poder apropiarse del espacio según ciertos modelos culturales.” Aquello que, sobre el mismo discurso, Gorges Perec llevara a sus particulares fronteras literarias: “Vivir en un sitio ¿es apropiárselo? ¿Qué es apropiarse de un sitio? ¿A partir de qué momento un sitio es verdaderamente de uno?”

Las respuestas a los planteamientos de Perec y de Haumont quizá estén llenas de matices muy diversos: la experiencia personal determina esas apropiaciones que hacemos del entorno en nuestro afán por convertirlo en algo propio. Esas formas de construir nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestra casa; o por el contrario, las formas en que rechazamos, nos exiliamos, o dimitimos del uso de algunos de sus rincones. Si el carácter personal de tal experiencia hace casi imposible encontrar una forma única de experimentar los lugares y volverlos algo íntimo, la relación que se establece con ellos está siempre asociada a una constante: la correspondencia que estos lugares guardan con nuestras emociones.

Apropiarse un lugar es experimentarlo, es comunicarse con él através de los sentidos y entonces, entenderlo, construirlo y hacerlo nuestro por medio de la pasión, de la sorpresa, de la alegría; el relax, la íra, el miedo, la tristeza, el estrés… Es justamente a esto a lo que apela CIUDADES EMOCIONALES: a la capacidad que tienen las imágenes para proyectar realidad y relacionarse con nosotros mismos, con nuestros espacios y con lo visionario.

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Corrían los años 60 cuando Tati juzgaba en Playtime (1967) la arquitectura moderna y la imposibilidad de distinguir el horizonte de París del de Nueva York y Tokio. La película es “asombrosamente profética en su predicción de un mundo donde todo se ve y suena igual”. Pero si al principio los habitantes de la nueva ciudad se sienten perdidos, poco a poco se habituaran a ella por sí mismos. Gradualmente lograrán borrar los efectos de sus escenarios ultramodernos, presentándolos al final como humanos.

De tal modo debo pensar que los personajes de Tati fueron más visionarios que el propio autor al dibujar unos perfiles de París, Nueva York o Tokio bien distintos del que en un primer momento divisaron.

Partiendo de la premisa de que las ciudades están hechas por la gente que vive en ellas, y convencidos de que la forma, la función y la identidad de las ciudades vienen definidas, en buena medida, por el factor humano, uno se pregunta ¿cuál es o debería ser su apariencia?

El tradicional skyline se desvanece ante un nuevo paisaje que conecta de manera global todo lo que nos preocupa, nos altera, nos divierte y nos deprime. Aquí las emociones cobran todo el protagonismo. Son emociones como la pasión, la ira o el miedo sintomáticas y reveladoras en la configuración del perfil de nuestras ciudades.

Demos entonces un paso más en el intento por dibujar de qué manera evolucionan nuestros skylines. Si son las emociones las que hoy por hoy marcan el desarrollo de nuestras ciudades ¿no deberíamos entonces fijarnos también en la evolución de las emociones?

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